El lunes trece todo vuelve a la normalidad: los horarios, las caras, los gustos y los disgustos.
Para tormento de muchos y beneplácito de algunos otros, las tan esperadas vacaciones llegan a su final, se acabaron las desveladas, las cantadas a gritos y las miradas perdidas.
Después de todo, un saldo blanco en las vacaciones es siempre negativo, si uno no se quema cuando menos la mano con un cuete, entonces podrá decir que no hizo nada en sus vacaciones.
Espero que alguno de ustedes haya dejado la tan innecesaria rutina y disfrutado de compañías ignotas. Sé de uno que otro personaje que ha salido de su casa y hasta del país, pero también sé de otros que se quedaron a esperar la película de los simpsons en la pantalla IMAX.
Por mi parte las vacaciones fueron eso: descanso temporal. Pero para no caer en el blog hecho un diario romántico, me permitiré abordar otro tema: cuando regresaba a la ruidosa ciudad de México, después de un largo y merecido descanso junto con mi familia. El chofer del autobús en que viajaba decidió hacer gala de sus dotes de comprador pirata y proyectó Duro de Matar 4.0, protagonizada por Bruce Willis. Y ¿qué es lo que me lleva a este post?. Una épica pelea que sostiene en cuarentón y eterno héroe del cine jolibudense en la mencionada película.
En esta pelea, nuestro perenne salvador se harta de los golpes propinados por una asiática de medidas fenomenales, voz sexy y actitud desafiante. Al grito de “me tienen harto esas pelotudeses del KUNG FÚ” arremete contra la figurada endeble mujer, que confiada camina para acabar con el compinche de Willis, que para su sorpresa no es un policía novato, sino un flaco y desaliñado pero sabio hacker. Viendo la espalda a la “puta asiática” Willis, el comandante algo… corre y la tira al suelo, un golpe en la cara, unas bunas patadas en el cuerpo de la chica “¿aún estás despierta?” otro puñetazo en el rostro.
Willis la pone de pié la toma por el brazo derecho y la arroja a uno de los cientos de estantes que están en todos los laboratorios gringos. La chica cae y sobre su cuerpo un pesado mueble que sostenía frascos y computadoras DELL.
Willis busca la aprobación y los aplausos del mencionado hacker. En un descuido la “perra asquerosa” ataca una vez más al personaje tirándolo desde el piso tres por una ventana. Willis cae de manera accidentada, tubos y ventanas, al final el aire acondicionada impiden la caida libre.
Una vez en el suelo y mientras el hacker obedece las ordenes de la chica que pistola en mano grita, el protagonista prepara el ataque triiunfal.
Valiéndose de su increíble cuerpo y sentido heroico Willis corre al estacionamiento, conduce hasta el laboratorio la camioneta blanca (sí, la misma que siempre dejan con las llaves pegadas) y atropella a la chica que sólo esperaba tomar aliento para matar al hacker de un balazo en la cabeza. Pero eso no la destruye, así que en el cofre de la camioneta viaja algunos metros hasta caer en el túnel del elevador. Ninguno queda herido, ambos hacen gala de su condición y trepan por alambres y fierros de la camioneta que sí sufrió daños.
Ella muere por una maniobra bien diseñada de Willis.
Todo esto de una forma extraña, me llevó a pensar en Darwin y el la evolución. No me imagino a nadie haciendo eso más que a los héroes gringos, como tampoco saltando tanto ni hablando tanto, ni viviendo tanto.
Respirar el aire que respiramos en las ciudades debe ser algo digno de los dioses, y no por excvlusivo, sino por la venia necesaria.
Pero no sólo nosotros evolucionamos, también lo hacen las ciudades, crecen o de crecen según nuestras necesidades.
Algunos hablan de los niños índigo, otros de las posibilidades genéticas. El caso es que todos tenemos algo de mutantes, de primera, mutantes nos lleva a héroes con poderes especiales: atravesar las paredes o estirarnos más allá de las posibilidades humanas. Pero en realidad tiene que ver más con adaptarse, la onda, es que la adaptación nueva, no es sólo a la naturaleza, sino que nos esforzamos por adaptarnos a situaciones que son más culturales que naturales. Lo que nos lleva a preguntarnos varias y variadas cosas desde ¿qué tipo de sujetos queremos ser?, ¿Qué sujetos somos? hasta ¿Qué sociedades estamos construyendo?
Todos tenemos adaptaciones, algunas son exitosas y por eso siguen vigentes a la par que se modifican, todos o casi todos tenemos celulares, como la adaptación fue positiva, será necesario ponerle un grado más como la cámara de 5.3 megapixeles, somos una especie de cyborgs. Las mutaciones no exitosas sencillamente se extinguen, ahí tienen el biper…
En Picnic leí una metáfora bastante grata. Intento parafrasearla: "si a un árbol le quitas una hoja, no deja de ser una árbol. Pero si le quitas todo el follaje, las ramas y su estructura, sólo quedará el recuerdo del árbol". Lo mismo pasa con nosotros, no sólo nos transformamos en medida de lo necesario, sino que nos formzamos por diferenciarnos y hacer más "cómoda" la existencia, no nos basta con vivir, tenemos que vivir de formas casi ridículas. Conducimos inmensas camionetas, producimos más alimento del necesario pero no lo consumimos por razones de mercadeo, no0 atendemos nuestra salud, tenemos miles de aparatos en casa y los usamos con frecuencia, vivimos desesperados y solos...
Las nuevas teorias newageras sostienen tesis tan radicales, como que una nueva serie de humanos con caracteristicas extraterrestres llegarán con una rara misión. Algunos otros sostienen que, existen nuevas cadenas y ligamentos, codones entre ADN y ARN. Lo que yo pienso es que todas estas teorías no se adaptarán y se extinguirán como otros tantos paradigmas, o como el biper.
Sin embargo lo cierto es que cada día nos exigimos nuevas adaptaciones a nuestros medios, compramos ipod para poder soportar la tortura del pesero, bajamos juegos para aguantar la reunión familiar.
El verdadero problema comenzará cuando estas adaptaciones electrónicas dejen de ser artículos que permanecen fuera del cuerpo, y se internen. Hoy salió en el universal, que los japos descubrieron que no hace falta traer tu tarjeta de crédito. El dedo derecho del sujeto a crédito, bastará para identificarlo con una base de datos y saber si puede o no comprar ese collar de Tiffanys.
Ojalá y mutáramos como el Willis y nos diéramos unos cates como esos sin sentir dolor, a lo mejor sortearíamos las enfermedades, o tendríamos nuevos deportes, o seríamos capaces de tolerarnos pues al final los golpes del uno, al igual que los del otro serían vacuos.