Últimamente he olvidado el significado de la palabra ocio, en realidad no me quejo, de alguna forma me llena de vitalidad saber que mi tiempo tiene destino, con esto no pretendo decir que me haya vuelto rutinario. No, por fortuna esa lectura que recomiendo NO hacer en metro: el Mito de Sísifo (Camus) o ¿es el hombre rebelde? (bueno da igual) que tanto desconcierta a mi amiguísimo Juan Pablo (en esa parte de metro, trabajo, casa…) no es lo que motiva este post. Tengo varias actividades: entre leer cosas de poco interés para cumplir con obligaciones, darle a la tesis, buscar textos y dinero para comprar textos, mandar y recibir correos que siempre tiene como asunto: invitación o urgente, y cuando abres el de urgente recomienda no abrir el mensaje de invitación porque es un virus que destruirá tu disco duro y la vida tal y como la conoces, se agota mi día, cada día.
Para beneplácito de mis antiguos maestros y amigos perennes (ganso, chino), entre todo este barullo ensordecedor, no he recurrido al tan efectivo truco de la pornografía para descansar, por el contrario, como ando entrado en carreras me he puesto a recuperar unos viejos libros y a comprar otros tantos (con descuento claro) para “actualizarme”
Así, que una vez reincorporado el arte a mi vida, me he propuesto hablar de un cuate gringo que al parecer no es muy conocido por los universitarios, al menos en mi facultad ,pero que según yo es un tipazo y parece prudente darle una entrada en mi blog, sé que son pocos los lectores pero a lo mejor alguien puede ampliar los informes y recomendar nuevas vertientes.
Pues bien John Currin nació en el año de 1962 en la ruidosa ciudad de Nueva York, ahí ha vivido sus 45 años y es donde trabaja. John Currin es un pintor cuya obra exige a gritos una segunda mirada. A primera vista su trabajo te remite a la pintura renacentista tan popularizada por los medios de comunicación, algunas formas son clásicas, los motivos del desnudo lo hacen un tanto inocente y un tanto pornográfico. Adentrándonos más en su obra, podemos descubrir que tiene inclinaciones hacia lo vulgar, lo cotidiano; escenas sacadas directamente de la telenovela se presentan grotescas.
La segunda mirada nos mata lo renacentista, nos deja inmersos en valores estéticos propios de la época que son incuestionables y que reconocemos de inmediato: los senos pequeños o extremadamente grandes, los cuerpos delgados, las parejas homosexuales, los cuellos alargados. Sin embargo no es todo lo que nos deja ver, de repente descubrimos que esa belleza tan propia de nuestro tiempo esconde cosas horripilantes: sonrisas histéricas, proporciones físicas grotescas, deformaciones que el vestido no puede cubrir o que por el contrario resalta, la evidente decadencia del sentir cotidiano, la vacuidad, la falsedad, la cosificación y mistificación de objetos insulsos.
Sin más damas y caballeros, les presento a mi cuate John Currin:
si le picas a cada imagen se hace grandota.
2 comentarios:
ké buen post, borrego. Se me antojó checar más sobre Currin. No cabe duda que Nueva York es la cuna del mejor arte y de los mejores escritores. Vámonos pa allá, a lavar trastos o a limpiar casas o cuidar niños.
Un abrazo
Muy buen pintor.
Sigo esperando el post sobre el número áureo.
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