lunes, 8 de junio de 2009

Alejandro Rossi


Conocí al doctor en una sala del Instituto de Filosóficas de la UNAM justo cuando terminaba una entrevista con Mark Platts; fue él quién me dijo. Mira, ese es Rossi, y ella es su esposa Olbeth, ven deja te los presento. Lo acompañé, le pregunté a Rossi si podía hacerle una pequeña entrevista. Me respondió que estaba de suerte que tenía meses sin ir al instituto y que aceptaba regalarme unos minutos de su tiempo. Olbeth me dijo que no, que el doctor estaba cansado y que no podría responder todo.

Me dijo batallando, ajustando un pequeño respirador, no hagas caso ven a mi cubículo. Seguí su andar pausado, vi a Platts quedarse con la esposa.

Entramos a un cubículo desnudo, de paredes blancas; sólo con una computadora y un pequeño escritorio. Comentó que todo estaba en su casa, que no tenía tiempo ni salud para estar en la UNAM y que trabajaba desde allá.

Hablamos mucho, ese mucho que se puede hablar con un hombre como Rossi en 20 minutos. Recuerdo que antes de despedirme me dijo que una vez se negó a compartir micrófono con Poniatowska. Me dijo que la filosofía se practica cada día, que es una forma de vida; que no se trataba de ser grosero con la señora, que se trataba dijo, de ser fiel, de ser un buen filósofo.


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