Padre:
Comienzo confesando que este correo es producto de nuestra última llamada (la del día del padre) que de acuerdo con mi celular tuvo una duración de apenas 1:12 minutos. Al terminar me pregunté ¿en verdad sólo tengo 72 segundos de plática con el pacha? Puesto en retrospectiva es horrible, imagínate que tienes, tu como padre, menos de 100 segundos para charlar con tu hijo que has visto caer, crecer, llorar, ser feliz etcétera en 30 años. Eso sin duda debe de encender focos rojos. Toda relación que fundamentada en telegramas debe, o bien ser analizada, o de plano cambiar de nombre, dejar de llamarse relación para convertirse en comunicación (vil y sin entraña).
Ese domingo le di vueltas al asunto y llegué a la evidente conclusión de que no es falta de plática, es tan falta de práctica. Me imagino recorriendo los perenes caminos guadalupenses por varias horas sin dejar de hablar, claro hay neutros: Enrique Peña Nieto, Salinas, el perredismo, los viejos amigos, las oportunidades y tantas otras cosas. Pero también hay novedades, relaciones sociales, oportunidades aprovechadas, rechazadas. Desalientos y alientos a futuro próximo. Entonces lo de los 72 segundos debe ser un incidente, o bien exceso de hormona y socialización. Lo pongo así, yo fui criado en un ambiente mucho más libre que el tuyo y aun así, tengo terminantemente prohibido mostrar emociones: no lloro, no tengo dolores emocionales, los físicos siempre se pueden minimizar, la sangre no da pavor y los gritos se sustituyen por quejidos sordos.
En ambos casos, hay que corregir la conducta y darle nuevos derroteros.
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