Por algún motivo que me empeño en
poner en lo académico, tengo que viajar a Indiana. En esa ciudad no conozco a
nadie, de hecho, y esto es verdad, no tengo un inglés académico para ir a
ninguna universidad y eso me da pavor. Un día comentando con los amigos
descubro que mi ex gran amigo del alma, R, vive en Carolina del Norte. Ni
siquiera sé si eso es cerca de Indiana, pero decido hablarle y comentarle mi situación
–serán unos meses- le digo. Responde afirmativamente, llego a su casa, un
espacio poco más que pobre, dos o tres habitaciones y catres. En la cocina
también hay un lecho. Cuando llego a la ciudad cae una nevada terrible, y mi
pareja me habla desde Grecia para enseñarme el sol que baña las islas –acá no
deja de nevar- le respondo un poco celoso.
R tiene que trabajar, es rielero,
su esposa también trabaja en los trenes, pero ella es administrativa
- –Mi madre fue una de las pioneras, aunque soy
zacatecana tengo el trabajo asegurado, mira- Me muestra un volante que dice, “la
compañía central de trenes de Carolina del Norte ha abierto plazas: 100 generales y
tres para los hijos de los ex trabajadores” –pues yo soy una de ellas.
La nieve cala mucho, me regreso a
la cabaña y está la mamá de R, la Señora J, que prepara café de olla. Le
propongo tomar una taza de americano en el Starbucks más cercano, le digo que yo
invito y me rechaza tajante, le digo entonces, que me diga dónde está la tienda
más cercana, Wal-Mart, target, lo que sea. Aseguro que compraré café y una
cafetera italiana y que además le enseñaré a prepararlo –es rápido, barato y
delicioso. Nunca me responde.
Salgo a las calles nevadas, tengo
un gorro café y una chamarra del mismo color, escucho algo de “yo la tengo” y
camino hasta perderme de mi mismo, gélido, purificado por la blancura de la nieve que sigue cayendo, me
recuesto en el piso. La veo, la presiento, es la hipotermia –te estaba
esperando cobarde, le grito mientras me quito las botas.
Mi cuerpo es hallado cerca de un
río, azul casi morado, no obstante se le ve feliz, un gesto triunfante se nota en el
rostro encasquetado en un gorro café manchado de blanco.
-Es sangre de la nieve. Escucho que dice un paramédico.
-Es sangre de la nieve. Escucho que dice un paramédico.
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