Hice una apología poética de la sangre en las paredes de mi
habitación, no la recuerdo, pero sé que estaba interesante, profunda. No
hablaba de asesinatos ni pasiones desbordadas, sino de banquetes interminables
y vinos del Rin traídos del duty free.
Recuerdo que en una frase estaban libros viejos de Torino y
trigonometría analítica. Había también una bañera llena de agua, un eureka, una
casa de madera y 8 enanos. Creo vislumbrar la existencia de un pequeño retrato
robado en un mercado de pulgas.
El poema, aunque cuidaba la métrica era más bien libre, liberado,
podríamos decir.
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