AL REDEDOR DEL PATIO
Un lugar apto para encontrar algunas de esas cosas que te han quitado el sueño y te han hecho golpear una pared con algo muy cercano al odio.
Heme aquí culpable de todo lo que dices...yo fui uno de esos practicantes del silencio, hoy lo recuerdo con gran pena, en lugar de callar hubiera querido decirle tantas cosas...sin embargo, no es menos cierto, cosa curiosa si las hay, que para mi era el silencio el ultimo bastión de resistencia ante la patología desenfrenada de los celos, ante el permanente estado de sitio, para mi el peligro era, aunque no lo creas, la palabra, cada palabra que yo decía era la palabra inadecuada, por obra y gracia de la metáfora y la metonimia, todo lo que yo podía decir era hábilmente usado en mi contra,
todo
todo
Te he contado que utilicé mis mejores palabras para exorcizar sus demonios, le dije fuerte y claro que quería estar con ella, que no estaba con ella para tapar lo que había pasado con M.., que la amaba, pero caramba, estos votos tenían que ser renovados todos los días, y cada vez con más vehemencia, puesto que siempre me quedaba corto. Mis palabras se gastaron, se rompieron, mostraron su lado vacío, ya sabemos que se las lleva el viento...no alcanzaría a contarte el infierno que viví en sus laberintos verbales, todo me llevaba a la desesperación y a la condena.
Siempre yo el inadecuado, el insuficiente, el pasivo...siempre esa relación que más que una relación de a ratos parecía un burdo juego de ingenio a ver quien tiene la lengua más filosa...me mató.
Comienzo confesando que este correo es producto de nuestra última llamada (la del día del padre) que de acuerdo con mi celular tuvo una duración de apenas 1:12 minutos. Al terminar me pregunté ¿en verdad sólo tengo 72 segundos de plática con el pacha? Puesto en retrospectiva es horrible, imagínate que tienes, tu como padre, menos de 100 segundos para charlar con tu hijo que has visto caer, crecer, llorar, ser feliz etcétera en 30 años. Eso sin duda debe de encender focos rojos. Toda relación que fundamentada en telegramas debe, o bien ser analizada, o de plano cambiar de nombre, dejar de llamarse relación para convertirse en comunicación (vil y sin entraña).
Ese domingo le di vueltas al asunto y llegué a la evidente conclusión de que no es falta de plática, es tan falta de práctica. Me imagino recorriendo los perenes caminos guadalupenses por varias horas sin dejar de hablar, claro hay neutros: Enrique Peña Nieto, Salinas, el perredismo, los viejos amigos, las oportunidades y tantas otras cosas. Pero también hay novedades, relaciones sociales, oportunidades aprovechadas, rechazadas. Desalientos y alientos a futuro próximo. Entonces lo de los 72 segundos debe ser un incidente, o bien exceso de hormona y socialización. Lo pongo así, yo fui criado en un ambiente mucho más libre que el tuyo y aun así, tengo terminantemente prohibido mostrar emociones: no lloro, no tengo dolores emocionales, los físicos siempre se pueden minimizar, la sangre no da pavor y los gritos se sustituyen por quejidos sordos.
En ambos casos, hay que corregir la conducta y darle nuevos derroteros.
He descubierto mi criptonita, he dado con ese elemento que me
hace miserable y que me quita todas las fuerzas. Es el silencio. Esa ausencia
puede desarmarme, me deja abandonado. El silencio querido tino, debería de
estar penalizado porque duele. Mi pareja ha optado por regalarme su silencio y
cala hondo, hasta el fondo. El silencio se mete por los huesos, aniquila algunas
corrientes nerviosas, hace la sangre lenta, la cuaja, la convierte en nata.
Y es que en el silencio cabe todo: en él están la violación,
el viaje, la falta de celular, de interés, la preocupación, el llanto, la
felicidad, el engaño, el sexo desenfrenado con un mesero italiano. Las lágrimas que caen sobre el río frío. Cabe el desamor. Cabe el desaliento. El silencio es
el único capaz de congregar todo lo que existe y existirá.
Por eso tino, el puto silencio debería estar penalizado,
debería de existir un juicio sumario a todos aquellos que ejerciten el
silencio, que lo practiquen, que lo provoquen. Burócratas malditos que buscan desestabilizar.
Nunca más el silencio
Maldigo, hermano mío, todo lo que callan los que callan,
porque el silencio es el miedo y el miedo paraliza y estar paralizado es estar
condenado, estar esperando que los otros decidan por uno, que lo humillen, que
lo ensalcen.
Hablemos fuerte y claro, digamos con todas sus palabras que
callar es de cobardes, que callar lastima, es violento, tan violento como un
golpe en la cabeza.
Hermano tino, hay tanto por decir, pero esta sensación no
cabe en un millón de hojas en blanco.
Pero decime, ¿vos cómo estás? ¿Cómo lograste superar el
silencio de ...? ¿Qué dice la mar? ¿Es cierto que es más ancha y más
profunda que el penar?
Hace once años, en Montevideo, yo estaba esperando a Florencia en la puerta de la casa. Ella era muy chica; caminaba como un osito. Yo la veía poco. Me quedaba en el diario hasta cualquier hora y por las mañanas trabajaba en la Universidad. Poco sabía de ella. La besaba dormida, a veces le llevaba chocolatines o juguetes.
La madre no estaba aquella tarde, y yo esperaba en la puerta de la casa el ómnibus que traía a Florencia de la jardinería.
Llegó muy triste. No hablaba. En el ascensor hacía pucheros. Después dejó que la leche se enfriara en el tazón. Miraba el piso.
La senté en mis rodillas y le pedí que me contara. Ella negó con la cabeza. La acaricié, la besé en la frente. Se le escapó alguna lágrima. Con el pañuelo le sequé la cara y la soné. Entonces volví a pedirle:
- Andá, decime.
Me contó que su mejor amiga le había dicho que no la quería.
Lloramos juntos, no sé cuánto tiempo, abrazados los dos, ahí en la silla. Yo sentía las lastimaduras que Florencia iba a sufrir a lo largo de los años y hubiera querido que Dios existiera y no fuera sordo, para poder rogarle que me diera todo el dolor que le tenía reservado.
Raza, no nos queda más que aprender idiomas para entender realidades. “Los límites de mi lenguaje, representan
los límites de mi mundo” decía Wittgenstein, que quiere decir,
que el encuentro con la realidad –propia, de la alteridad, de la divinidad- se
lleva a cabo a partir de mediaciones: la palabra, el pensamiento, el
conocimiento a la mano. Lo que nos lleva a declarar que la realidad no puede ser
percibida inmediatamente y de forma directa, sino apropiada, interpretada y
comunicada. Por eso estamos en contra de la homologación y en este blog, siempre buscamos entender los contextos de producción de cualquier manifestación cultural (en su acepción simbólica) Ahora voy a dar un giro de tuerca en lo que usualmente ven en este espacio, y les voy a mostrar FALCAO un documental sobre los halcones, pero no sobre las aves, sino sobre los jóvenes cuyo trabajo es vigilar los espacios para que los narcotraficantes puedan operar. Aquí, en México también se llaman halcones, y son esos que vemos en las esquinas con radios nextel avisando los movimientos que ellos consideran sospechosos para que los "amigos" trabajen en condiciones. Debo confesar que este documental va más allá de los halcones, porque no sólo explora el trabajo de cuidar espacios para el tráfico de drogas, sino su validación social en contextos de marginación. La relación con la policía, la estructura interna y otros elementos que hacen el video más importante que el mero registro. Por ejemplo, la frase esa de "yo no soy delincuente -dice un halcón- yo estoy aquí porque no tengo otra alternativa" Zaz, golpe a las estructuras y remata "Yo no fumo, inhalo o bebo ni siquiera pertenezco a estos lugares, pero aquí estoy" Analíticamente, el documental está bien fundamentado desde su metodología, es decir, contextualiza en tiempo espacio, deja claro los registros que utilizará y el manejo de cámara no varía, eso lo hace mucho más fácil. Claro que hay faltas que el espectador podrá encontrar, pero no es nada grave y tampoco imposibilita su lectura. Recomiendo intentar superponer nuestra realidad mexicana a la aquí expuesta. Advierto que el documental está sólo en portugués-brasileño, y que el lenguaje es mayoritariamente slag de favelas, pero que vale la pena el esfuerzo
Por algún motivo que me empeño en
poner en lo académico, tengo que viajar a Indiana. En esa ciudad no conozco a
nadie, de hecho, y esto es verdad, no tengo un inglés académico para ir a
ninguna universidad y eso me da pavor. Un día comentando con los amigos
descubro que mi ex gran amigo del alma, R, vive en Carolina del Norte. Ni
siquiera sé si eso es cerca de Indiana, pero decido hablarle y comentarle mi situación
–serán unos meses- le digo. Responde afirmativamente, llego a su casa, un
espacio poco más que pobre, dos o tres habitaciones y catres. En la cocina
también hay un lecho. Cuando llego a la ciudad cae una nevada terrible, y mi
pareja me habla desde Grecia para enseñarme el sol que baña las islas –acá no
deja de nevar- le respondo un poco celoso.
R tiene que trabajar, es rielero,
su esposa también trabaja en los trenes, pero ella es administrativa
-–Mi madre fue una de las pioneras, aunque soy
zacatecana tengo el trabajo asegurado, mira- Me muestra un volante que dice, “la
compañía central de trenes de Carolina del Norte ha abierto plazas: 100 generales y
tres para los hijos de los ex trabajadores” –pues yo soy una de ellas.
La nieve cala mucho, me regreso a
la cabaña y está la mamá de R, la Señora J, que prepara café de olla. Le
propongo tomar una taza de americano en el Starbucks más cercano, le digo que yo
invito y me rechaza tajante, le digo entonces, que me diga dónde está la tienda
más cercana, Wal-Mart, target, lo que sea. Aseguro que compraré café y una
cafetera italiana y que además le enseñaré a prepararlo –es rápido, barato y
delicioso. Nunca me responde.
Salgo a las calles nevadas, tengo
un gorro café y una chamarra del mismo color, escucho algo de “yo la tengo” y
camino hasta perderme de mi mismo, gélido, purificado por la blancura de la nieve que sigue cayendo, me
recuesto en el piso. La veo, la presiento, es la hipotermia –te estaba
esperando cobarde, le grito mientras me quito las botas.
Mi cuerpo es hallado cerca de un
río, azul casi morado, no obstante se le ve feliz, un gesto triunfante se nota en el
rostro encasquetado en un gorro café manchado de blanco.
-Es sangre de la nieve. Escucho que dice un paramédico.
Me asaltan unas ganas de terribles
de golpear y ser golpeado. Un tipejo como yo peleando con un cholo tatuado,
unos golpes en la cabeza con el puño, narices ensangrentadas, ojos rojos. A
nadie le extrañaría que un día te partan la madre –me dijo-
Está
bien, pensé, en el fondo lo merezco, he destruido tanto que sí, va. Que tanto
son unos litros de sangre para los ríos de lágrimas que he causado, algunos he
de aceptarlo, con ganas de verlxs llorar, pero los más por actos inconscientes,
viajes lejanos por largos periodos, palabras sueltas al aire como quien dice –vida-
pero quiere decir muerte.
Si
me pegan me voy a quitar los lentes, podré el reloj en una esquina y me lanzaré
gustoso a la batalla. Hay tanto coraje acumulado, está desde Galeano (todos lxs
galeanos) hasta las rupturas de las que fui testigo, canciones dedicadas,
autobuses que se alejan, aviones que parten. Fumar en el área para fumadores
patrocinado por Lucky Strike en munich nomás por el gusto de no comer, marearse
como borracho, vomitar saldeuvas
Por cierto ¿dónde carajos es
bali? ¿Qué mierdas es eso de la
fenomenología del espíritu?
Y si mejor canto una de Antonio Aguilar?
Y si dejo todo y me transformo en
el piporro? Imposible, no soy atractivo y tampoco tengo el don de la voz,
canto, diría mi madre, horrible pero con muchos sentimientos.
Hice una apología poética de la sangre en las paredes de mi
habitación, no la recuerdo, pero sé que estaba interesante, profunda. No
hablaba de asesinatos ni pasiones desbordadas, sino de banquetes interminables
y vinos del Rin traídos del duty free.
Recuerdo que en una frase estaban libros viejos de Torino y
trigonometría analítica. Había también una bañera llena de agua, un eureka, una
casa de madera y 8 enanos. Creo vislumbrar la existencia de un pequeño retrato
robado en un mercado de pulgas.
El poema, aunque cuidaba la métrica era más bien libre, liberado,
podríamos decir.
Mi padre me enseña cómo hacer un nudo de corbata. Tengo 30
años y adivina que el nudo que me hago es Windsor mal hecho, me corrige, lo
abrazo. No sabe porque el gesto afectivo, se le nota incómodo. Me dice que lo
haga frente al espejo y se va. Pero me dejó la receta del Windsor versión papá.
Conocí a Paco P. en el grupo de
autoayuda y control de adicciones al que ambos asistíamos, he de confesar que
debido a lo tétrico de las reuniones y al pésimo café que servían sólo fui a
una sesión. Paco P. es un exitoso ingeniero que maneja un auto negro, en esa
reunión conocí también a un gimnasta con una maestría en física que me pareció
más interesante que Paco, quien dicho sea de paso, me preguntó si mi afiliación
partidista era al PRI. Mal inicio, pensé.
Hace
tres días reencontré a paco, manejaba su familiar negro y estaba sentado junto
a la sustancia que nos convocó en esa reunión, quise abrazarlo en un acto
solidario, porque ambos parecíamos enganchados a lo mismo, aunque en diferentes
niveles y con diferente acceso. Con fines ilustrativos el lector debe imaginar
a la sustancia adictiva como una mujer enfundada en un vestido blanco.
Efectivamente,
paco y yo nos reconocimos, creo que existe una especie de pacto implícito y
silencioso en todos los que alguna vez nos hemos dejado llevar la mujer del
vestido blanco. He de confesar, que sólo una vez me entregué completo al goce
de la sustancia. Fue en una marisquería la única vez que vi a mi cuerpo
abandonar el plano terrenal, todo cambió, mi alma se salió del cuerpo, se
convirtió en un narrador omnisciente y me veía disfrutar, colgar los brazos,
gemir, acariciar, sentir, subir y bajar. Esto, pensé, debe ser experimentar la
muerte o el nacimiento.
Los efectos duraron
meses, babeaba como perro al dormir, soñaba mucho y muy alto, soñaba con
embarazos y muertes, pasaba de lo más bajo a lo más sublime, vivía a punto del
paroxismo, llegué a platicar con Rafael y a darme de golpes con un vagabundo.
Herido de muerte, decidí que requería de esa mujer para vivir, casi dejo todo
por seguirla, pensé en irme a cuba donde nadie la había probado y embriagarme
todos los días frente al mar de la habana. Comprar una casa en guantanamo. Comer
mamoncillos y fumar cigarros Criollos. Pasear en Santiago y decirle a mi droga,
mira esto es igual a Jerez, la tierra de mi madre.
Luego del
evento de la marisquería probé la droga con más recato, supe que de no tener
cuidado terminaría vendiendo mí casa para seguirla a donde la consiguiera. La
probé en mi casa, en la casa del dealer, en la playa. No la metí a mi cuerpo como
en la marisquería, no igual, me la untaba, y la inhalaba, la fumaba, la besaba,
la escuchaba cantar, la veía bañarse. Había generado un vínculo emocional, y en
algún momento pensé que ella, recordemos que es una mujer de vestido blanco,
sentía algo tan fuerte por mi como yo lo sentía por ella. Es más aseguro que
así fue, nos necesitábamos, creo que nunca antes vio a alguien desprenderse de
su corporeidad sólo por estar junto a ella, le fascinaba la idea de tener a un
tipejo de mi calaña buscándola a cada minuto, y a mí, ay de mí, me encantaba
consumirla en discretas dosis, en el oxxo antes de comprar las tortillas, en el
camino a la escuela con un pequeño roce que duraba horas, en el teléfono la
guardaba receloso, había quitado la tapa y la guardaba en una pequeña bolsa
para que nadie la viera. Pero no, no era discreto, el mundo entero sabía de mi
adicción, se veía en mis ojos negros, mis manos cansadas y mi felicidad
extrema.
Paco P. me
aseguró que había dejado de consumirla hacía años. El día del carro pasó algo
que me significó más que nada en el mundo, me platicó que cuando cumpliera 35
años se casaría con la sustancia, lo dijo en serio. Su vida estaba articulada
en función a tener contacto con esa hermosa mujer. Él, como sujeto, se había
barrado, no existía más que para esperar el momento adecuado en que pudiera
drogarse con la cosa más increíble que los dos hemos visto. Quise llorar, me
sentí traicionado, se me hizo un nudo en la garganta, quise hacer alguna broma
pero me quedé en blanco, lo mismo había pensado yo: diseñaré el momento
perfecto para llevarla a mi casa, comprar un perro y consumirla y ser consumido
todos los días de mi existencia hasta morir en mi propia baba. En realidad, esa
idea no se ha ido de mi mente, me veo tirado en la cama leyendo una selección
de cuentos de Amparo Dávila y ella a mi lado, rozándome, haciéndome valer.
El mismo día
del encuentro con Paco quise correr donde el dealer y pedirle una dosis fuerte,
no sé si la droga, que por cierto tiene voluntad propia, se hubiera ido
conmigo. Estoy casi convencido de que por antigüedad se hubiera ido con paco,
el caso es que no hice nada. Mejor así, me repito cada mañana, y a los diez
minutos me descubro fumando y tomando café, cambiando las sensaciones de lo
etéreo por las de los pies en el piso, clavados con estacas, recordándome que
existe un sujeto que ya tiene pensados sus próximos 8 años y que ella, celosa y
maravillosa como es, seguro nos deja a los dos esperando su retorno en un café
junto a la playa.
Le diré adiós,
sí, decidido. Me alejo para siempre, lo pienso por tercera vez.
Efectivamente, este día mi cabeza está hecha un mar de porquerías, por mi mente pasa la tipificación de Schutz, los gorros de bender, una cerveza fría y vicentico. A nada le pongo atención porque nada es suficientemente interesante para poderme centrar en eso. Cierro los libros, me quito los audífonos, escucho gente cantar, mudos, sordos, como en sordina, están cantando para ellos pero yo los escucho. Ven sus monitores, les encanta su tesis, y cantan. Cantan en inglés y en español, cantan para adentro como si supieran que los oigo. Ayer me senté a ver la tele: tabú latinoamérica, pasan opiniones de sociólogos y psicólogos, las dos me parecen interesantes pero no reveladoras, son, digamos, prescindibles. Hoy tomé café cortado, mi favorito. Lo hice rápido, no tenía ganas de otra cosa que no fuera huir, llegar a casa, donde por cierto no estoy, y prender la tele. El camión sale a las cinco, hay que irse yendo, habrá q comprar un bolillo y esperar a que den las siete. Nadie me ha hablado, seguro nadie se dio cuenta de mi ausencia. tengo una llamada de Alemania, falsa seguramente, el mensaje de voz habla el muro y de que se acuerdan de mi, si fuera cierto sonreiría, pero no lo es, es otra farsa. Yo tengo mi muro, pienso, y me asomo por la ventana y se ve a lo lejos, una diminuta línea, al rato me asomo, llevo a babas. quiero orinar ese muro pero de aquel lado, miarme desde San Diego, pero en San Diego el muro está lejos, acá en TJ está al lado, si vivimos con el muro. Estoy convencido que los gringos tampoco saben de su existencia. Hablarme para ponerme a pensar en muros, bueno tiene sentido, objetos de separación: lo tuyo de ese lado, lo mio de este otro. El espacio que ocupa la línea, digamos el que compartimos, soslayado. Vienen alas y cerveza, al menos algo está bien
Compay segundo me habla por teléfono, quedamos de vernos en
la habana, el lugar al que íbamos a huir. Llego al hotel central. Rubén Blades
me ofrece un daikirí y me cuenta la cansada historia de Hemingway, lo escucho.
compay no va a llegar está en un atasco en la autopista al sur, manda en su
lugar una guantanamera que vende maní.
Cambio euros por CUCs bailo toda la noche, Manú chao me
abraza. Vicentico me busca pleito, lo pateo en la pierna mala, me rio. Un gato
que se llama anastasia me lame, ya te adoptó, me dice un botones negro.
Las hostilidades cesan, podemos darnos la mano y platicar sin pelear. La abrazo en el portal de su casa, con fuerza, me gusta sentir el aire caliente que sale de su boca cuando soporta el grito. Me gusta que me diga ¡estoy de puntitas!
Soñé que llegaba a la nueva casa cansado de la rutina. Soñé
que me regalaba un gorro que nunca me quitaba, uno que se encarnaba, que se
hacía parte de mi cuerpo. Mis tejidos lo absorbían, se mimetizaban, en el
estambre comenzaba a llenarse de bazos y poco a poco corría la sangre. El gorro
se adhería a mi cuerpo, o mejor dicho el gorro absorbía mi cuerpo. Depositario
de amores abandonados, el gorro tomaba vida, de pronto me sustituyó.
El gorro comenzó a tomar las decisiones, me llevaba para un
lado u otro y me hacía usar determinado tipo de pantalones, prefería los
amarillos y las botas cafés. Un día sin darme cuenta mi rutina era otra, me
despertaba con camisas blancas con cuello para ballenitas. Despertaba con delicadas
corbatas de seda. A mi lado siempre estaba Z, digamos que Z siempre está, me
acurrucaba, me dejaba ver como se pintaba las uñas, me permitía contarle
cuentos y hacerle entrevistas. Z se había enamorado de mi y yo de Z, pero el
gorro, depositario de amores abandonados, seguía creciendo. Fuimos a los
mejores hospitales, intentamos todo: me operaron, incluso hicimos caso de las
propuestas del Dr M y me habían metido a un escáner inmenso buscando la punta para
deshebrarme.
El 29 de Abril, el día que habíamos quedado de ir al Salón
Corona para comer tacos de chicharrón verde desperté y no supe que hacer, quise
moverme pero no podía, ningún tejido hizo caso, no me moví, en el espejo se
reflejaba un trapo gris, un gorro de bender…
Erre contó lo que pasó con seta, o al menos lo que creyó que
pasó, lo dijo por enojo. Parte golpe bajo, parte invitación al hermetismo,
ahora todos dicen que tengo un nuevo pollo.
Escribir para decirles a todxs
que los respeto y odio por igual, para decirles que tengo un asunto pendiente
con un cronopio, para decirles que no me trago ese pretexto de mi teléfono se
conecta y se desconecta solo. Para decirles que el 2014 viene con todo y que la
neta si pretendo aprovecharlo, que llega el tercer escalón, las deudas y las decisiones
y que no me convencen muchas cosas. Que me lanzo a la aventura, que me lanzo
aprender otro idioma, que tengo una plática en whats app sobre el imbécil de
calderón, que tengo una buchanans 18 en la mano, que estoy bien, feliz,
contento. Con un calentador en la habitación, sin sueño, raro, solo, pero bien.
Que lxs amigxs brillan por su ausencia, que no lxs necesito, que todxs son prescindibles,
que me siento satisfecho, que no he fallado, que esperaba otras cosas pero las
que tengo me fascinan.
Decirles que Z me maravilla, que
sigo adelante y que nada me detiene y que en mi casa hay espacio para todxs, y
que mi beca es para ser feliz, y que las uvas, las 12 uvas llevaban el mismo deseo,
y que la plática con los de la secundaria fue aburrida porque sueñan con ganar
150 mil. Que recibí dos mensajes de año nuevo y que los dos me hicieron
sonreír, que mi novia está en la playa, que mis amigxs lejos, que mi madre
cansada, mi padre adolorido de la espalda, mi hermana feliz, mi Hermana
madurando, yo en la compu.
A todxs lo mejor, porque la neta,
nos lo merecemos.